Davalillo, en el paisaje riojano, es naturaleza e intervención humana, historia y belleza; viñedos y un valle fecundo marco perfecto para una pieza arquitectónica que corona la cumbre: El castillo de Davalillo.
Davalillo se construyó en tierras del reino de Castilla para prevenir los ataques navarros que se podían realizar fácilmente a través del puente fortificado de San Vicente. Su estado es ruinoso, pero mantiene un aspecto imponente con sus altos muros en la cumbre de la montaña. Es un recinto militar de estilo románico construido entre finales del siglo XII y principios del XIII, posiblemente por Alfonso VIII en los siglos XII y XII en aquella península Ibérica plagada de reinos cristianos (Castilla, León, Portugal, Navarra y Aragón) por una parte, y por otra de otros tantos reinos de taifas musulmanes, derivados de la dominación árabe.
La entrada principal al castillo se encuentra al Sudoeste, y esta defendida por un granportal de dos metros de profundidad, con bóveda de cañón apuntado. La torre del homenaje, de planta rectangular, está adosada al extremo oriental de la cerca. El castillo enlazaba con la cerca o muralla de la villa, estando vigilado el enganche del castillo con la cerca por una saetera.
La muralla estaba coronada de almenas a las que hoy en día no se puede acceder. No obstante, no cabe decepción alguna puesto que rodeando el castillo aparecen ante la mirada del visitante unas hermosas vistas que permiten de una paleta de colores naturales que si, además es otoño y después de la vendimia pintan un espectáculo de ocres y amarillos, rojos y granates atractivos e intensos. A los pies del castillo está la ermita de Nuestra Señora de Davalillo, en otros tiempos tal vez la iglesia de un antiguo poblado del que ya no quedan casi restos.
Permanece, eso si, La torre del Homenaje, que guarda en su planta una capilla con bóveda de cañón. Los datos documentales más antiguos de este lugar son escrituras de donación del siglo XI., Todavía puede visitarse el complejo amurallado, que corona el cerro que el río Ebro ha tallado lenta y minuciosamente a lo largo de los siglos, por el Norte, trazando un paraje singular.